¿Solo canciones?

“Mucha gente puede decir que solo es una canción, pero las canciones son cultura, y esa cultura es la que hace que ciertas personas se sientan con el poder de agredir”

– Ruben Albarrán

La ambigüedad es una de las carencias más características del lenguaje. Todo lo que sale de nuestra boca o de nuestro puño y letra están sujetos a la interpretación de las personas que lo leen o lo escuchan. Escapar esta realidad es imposible y aceptarlo implica también aceptar una carga de responsabilidad sobre lo que expresamos. Lo que enunciamos día a día puede tener repercusiones en nosotros o en el mundo en el que nos rodea. Para nosotros, simples humanos sin mucha audiencia, las repercusiones de lo que manifestamos día a día pueden parecer que tienen un alcance mínimo, sin embargo, mientras nuestro alcance crece las consecuencias se intensifican, el impacto se potencializa y la gente comienza a utilizar nuestras palabras a su voluntad e interpretación. Los artistas no están exentos de este fenómeno.

Ingrata de Café Tacvba (1994) considerada el mejor video latinoamericano de 1995 por MTV, mencionada en distintos listados de las mejores canciones de rock hispanohablante de la historia e incluida en uno de los discos latinos más aclamados de la historia, fue todo un éxito comercial y artístico. La letra de la canción hace referencia a los sentimientos de un hombre despechado quien, por sus impulsos violentos, fantasea con llevar a cabo el feminicidio de su expareja. Las implicaciones del éxito de esta canción nos parece evidente hoy en día, sin embargo, en su momento no se tenía la sensibilización a estos temas que ahora tenemos. Como bien dijo Ruben Albarrán, el vocalista principal de la banda, en su nota para el periódico La Nación: “Éramos bien jóvenes cuando se compuso y no estábamos sensibilizados con esa problemática como ahora todos sí lo estamos”. La canción tuvo y sigue teniendo un impacto más allá de la intención inicial de la letra por lo que la banda mexicana optó por dejar de presentar la canción en sus conciertos. Años transcurrieron hasta que Andrea Echeverri, vocalista de Aterciopelados, decidió intervenir con unas modificaciones a la lírica. La versión final fue presentada por primera vez en 2019 para el aniversario número 30 de Café Tacvba en el Foro Sol.

La respuesta que se obtuvo estuvo polarizada. Simpatizantes con el movimiento feminista  aplaudieron el resultado y personas fanáticas de la canción original reprobaron la nueva versión.

Yo aplaudo la decisión de la banda pues me parece que el derecho a la libre expresión y al libre desarrollo de la personalidad son derechos esenciales para la vida digna, sin embargo, creo que existen límites para el ejercicio de estos derechos: el respeto ajeno. No es posible expresar una narrativa claramente discriminatoria o violenta con respeto, por más que la intención sea distinta a la interpretación que se le da, las canciones son cultura y la cultura forma, de una manera u otra, a la sociedad y sus reglas.

La regulación de la música y sus letras en casos en lo que se ven claros rasgos de discriminación y discursos violentos es un tema debatido fervientemente en la actualidad por lo que vale la pena preguntarse: ¿Por qué se debate tanto la protección al discurso de odio? ¿Será que nos cuesta desarraigarnos de nuestros propios discursos discriminatorios interiorizados? ¿Hasta que punto una regulación del derecho a la libertad de expresión puede justificarse?

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