Historia de un feminicidio

Aclaraciones previas a la lectura:

Este cuento narra la historia de un feminicidio cuya causa principal descansa en la misoginia, discurso de odio más común y frecuente en la música. Las canciones utilizadas para este texto son autoría de Johnny Escutia, rapero y youtuber mexicano quien escribe discursos de odio amparándose bajo la libertad de expresión y la sátira.

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Artículo 148 Bis. Comete el delito de feminicidio quien, por razones de género, prive de la vida a una mujer. Existen razones de género cuando se presente cualquiera de los siguientes supuestos:

I. La víctima presente signos de violencia sexual de cualquier tipo;

II. A la víctima se le hayan infligido lesiones infamantes, degradantes o mutilaciones, previas o posteriores a la privación de la vida o actos de necrofilia;

III. Existan antecedentes o datos que establezcan que el sujeto activo ha cometido amenazas, acoso, violencia, lesiones o cualquier otro tipo de violencia en el ámbito familiar, laboral o escolar de la víctima;

IV. Haya existido entre el activo y la víctima una relación sentimental, afectiva laboral, docente o de confianza;

V. Exista, o bien, haya existido entre el activo y la víctima una relación de parentesco por consanguinidad o afinidad, de matrimonio, concubinato, sociedad de convivencia, noviazgo o cualquier otra relación de hecho o amistad; subordinación o superioridad.

VI. El cuerpo de la víctima sea expuesto, depositado o arrojado en un lugar público;

VII. La víctima haya sido incomunicada, cualquiera que sea el tiempo previo a su fallecimiento.

VIII. La víctima se haya encontrado en un estado de indefensión, entendiéndose éste como la situación de desprotección real o incapacidad que imposibilite su defensa, ya sea por la dificultad de comunicación para recibir auxilio, por razón de la distancia a un lugar habitado o por que exista algún impedimento físico o material para solicitar el auxilio.

A quien cometa feminicidio se le impondrán de treinta y cinco a setenta años de prisión. En caso de que no se acredite el feminicidio, se aplicarán las reglas del homicidio.

Tratándose de las fracciones IV y V el sujeto activo perderá todos los derechos en relación con la víctima incluidos los de carácter sucesorio.” (Código Penal para la Ciudad de México)

[…]

Recuerdo con claridad el momento en que empezaste a escuchar a ese rapero. Eran vacaciones y tenías tiempo libre para explorar la música. Fue el tiempo suficiente para llegar a esa playlist, para llegar a esa canción.

“Mujer vete al espejo y mírate

Dime lo que ves

Solo una puta que es basura

En ti yo puedo ver.”

También tuviste el tiempo suficiente para comenzar a consumir pornografía en exceso, para hacer nuevos amigos que compartían contigo fotos de sus ex novias desnudas y para, prácticamente, hacerme sentir que estaba muerta en vida.

“Los camaradas hablan mal de ti

Y saben lo que haces

Que se la mamas a fulanos

Pa’ poder drogarte.”

Me mirabas a la cara cada vez que pronunciabas las canciones. Sabía que lo nuestro ya no estaba bien, pero no dejaba de quererte. Sabía que esto no iba a tener un final feliz. Decidí no contarle a nadie porque, a final de cuentas, lo que escuchabas solo eran palabras.

“Tú no mereces respeto

Escucha puta

Tú eres algo sucio muy mugriento

Vas por ahí de santa

Más yo no me creo tu cuento”

Minimizabas mis emociones con frecuencia, me decías que estaba exagerando. Me hacías creer que estaba loca, o enferma; que tu versión de las cosas era la única aceptable en la relación. Con el paso de los días comenzaste a creer lo que decían esas canciones. Comenzaste a cuestionar todo lo que hacía, a preguntar con quién estaba y a enojarte si hablaba con otras personas. Me gritabas cada vez que le contaba a mi mamá que nuestra relación no iba bien y comenzaste a jalarme el pelo cuando me llegaba un mensaje de algún compañero. Pero seguía contigo, siempre llegabas con flores después de cada pelea.

“Y yo a mi hermana

La vida seguro le arrancaba

Si fuese como tú.”

Me prohibiste hablar con mis amigos y comenzaste a hacer que me sintiera insegura de mí misma.

– Siendo la puta que eres nadie te va a querer. Si ni siquiera tu papá te quiso.

Comencé a sentirme vacía, sola, sin valor. Comencé a sentirme muerta. Pero no todo estaba mal, tú me querías y con eso era suficiente. Además, mi mamá, mis tíos y mis amigos me decían que contigo me había sacado la lotería: trabajabas, estudiabas y siempre llegabas con flores.

“Vales verga porque sabes bien que eres perra

Sabes bien que eres perra

Perras como tú merecen una ejecución”

Tal vez entré en un estado catatónico cuando me aventaste un zapato a la cara, o cuando aventaste el teléfono al suelo, un teléfono que pagué con mi esfuerzo. Tal vez fue aquella ocasión cuando me pateaste en público y nadie hizo nada, o la vez que pedí ayuda a tus amigos y me dijeron que estaba exagerando. Tal vez fue cuando me dijiste que era yo quien te lastimaba por no hacerte caso o cada vez que me manipulaste para tener sexo contigo.

“Y es que el daño que tu causas

Solo afecta a los que a ti en verdad te quieren

Y no te quejes de la mierda

Porque mierda quieres”

Las canciones que escuchabas comenzaban a alterarme, pero, no era nadie, no era nada para decirte cómo me sentía al respecto. Tal vez las canciones te volvieron en esa persona, tal vez solamente te validaban para dañarme; nunca lo supe. Me costaba creer que desde el principio eras esa persona, y me negaba a pensar que las canciones podían cambiar a una persona.

“Vales verga porque sabes bien que eres perra

Sabes bien que eres perra

Perras como tú merecen una ejecución

Una ejecución.”

Cuando preparaban el modelo de Naciones Unidas de mi escuela fue cuando me di cuenta que mi primer contacto con los discursos de odio no iba a ser dentro de un comité, sino que había sido con las canciones que escuchabas y contigo. Pero, no era un discurso de odio el que vivía contigo, ¿o sí? ¿Cómo podría vivir el odio con la persona que decía quererme?

“Lapidada… Una ejecución

Desmembrada… Una ejecución

Estilo narco… Una ejecución”

Me atreví a comentarte que a ese rapero le podían dar cárcel por el contenido de sus canciones. Por primera vez en meses tuve el valor de preguntarte el porqué te gustaba tanto.

–Voy a enseñarte por qué.

“Quiero golpearla fuerte en la cabeza y

Con una llave inglesa y yo lo haré

Yo patadas a su cara doy

[…]

Y si esto pasa es porque me provocó.”

Ese día decidí dejarte por primera vez. Llamé a mi mamá para que fuera a recogerme. No podía hablar, no lograba asimilar que la persona que decía quererme había estrellado mi cabeza contra la puerta. A lo lejos te vi llorar y mi mamá me preguntó qué había pasado. Me daba vergüenza que supiera lo que estaba pasando. Me daba vergüenza mi simple existencia.

– Nada más nos peleamos, pero no es serio

Pasaron dos semanas para volver a verte. Llegaste a mi casa y lloraste como siempre, me hiciste sentir lástima una vez más; me manipulaste una vez más. Ese día fui a una fiesta, fuiste a dejarme. Esa noche tuve una pelea con una de mis amigas porque me puse muy borracha. Ella te contó lo que había pasado y solamente escribiste para insultarme, me insultabas varias veces al día. Ignoré tus mensajes por dos semanas hasta que comenzaste a amenazar con matarme. En ese momento decidí denunciarte.

– Solamente bloquee su contacto, no creemos que pase a más.

Qué equivocados estaban los agentes. Qué equivocada estaba al hacerles caso. Pasaron tres meses en los que la depresión comenzó a consumirme. Creía que estaba muerta. Me di cuenta que había dejado de emocionarme al ver el mar y había dejado de pintar porque ya no me causaba ninguna sensación. Creía que estaba muerta. Dejé de tener hambre y mis ganas de salir de la cama se habían esfumado por completo. Creía que estaba muerta. Dejé de tener hambre y mis ganas de salir de la cama se habían esfumado por completo. Extrañaba no sentirme sola.

Volví a buscarte, todavía te quería, regresamos. Tal vez tenías razón, yo sin ti no era nadie, no era nada. De cualquier forma, creía que estaba muerta. Tus golpes e insultos cada vez dolían menos. Dejó de importarme cuando me humillabas en público.

Creía que estaba muerta, hasta que realmente me mataste.

“Y si se pone loca y pide socorro (pégale, mátala)

Y después que la maté (en partes córtala)

La meto yo en bolsas de plástico negras (y bótalas)”

Y me di cuenta que estuve viva, que la muerte para mí fue progresiva y que comenzó cuando escuchaste por primera vez esa canción, tal vez.

“Tú provocaste tu fin.”

Hoy fue tu juicio. Te absolvieron por unanimidad.

Aclaraciones posteriores a la lectura:

Solamente el final de esta historia es una dramatización. El resto es una historia real, el resto es mi historia.

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