Realidades creadas, realidades compartidas

Por Armando Pinzón y María José Fernández

La música es la vida emocional de la mayoría de la gente

Leonard Cohen

Comer helado. Ver un atardecer. Escuchar una canción. Amar. Soñar. Repetir. Sentirnos vivos a través de las canciones. Identificarnos con sonidos. Reflejarnos en experiencias de gente que no conocemos. Discutir. Aprender del les otres. Vivir. Y así se sienten los textos que presentamos: vivos, cercanos, de todes.

Comenzaron las despedidas en esta penúltima sesión de Derecho y Música. Ha pasado poco menos de un semestre desde que comenzó este proyecto y ahora queda ver quiénes somos después de tantos textos, pláticas y sobretodo, después de tanta música. Alejandra Pizarnik alguna vez escribió: “mis manos crecían con música/detrás de las flores…” y lo mismo nos ha sucedido a nosotrxs. Gran parte de esta sesión se dedicó a platicar respecto a quiénes somos y la manera en la que hemos crecido mediante la música. Para esto nos acompañaron dos invitades especiales: Danaé y Fabián. Asimismo, discutimos un tercer texto escrito por Guillherme Vasconcelos.

Sin tema. Ese fue nuestro tema de la penúltima sesión del grupo de derecho y música. Sin tema y a escribir; porque cada quien escucha – y siente-  la música diferente. Porque la música nos salva, nos explica cosas. La música nos hace pensar en amor, en guerra, religión y derecho. Porque nos hace entender nuestras vivencias y poder responder mejor a ellas. Sin tema, porque los submundos de un género son suficientemente grandes para conformar un mundo.

Textos en donde nos metemos dentro de la mente de los autores. Textos personales, en donde se expone un pedazo del alma de les autores. Textos como el de Guilherme, quien vive dialogando con Cohen. Textos como el de Danaé que nos desgarran y hablan de vivencias personales-universales. Textos como el de Fabian, que nos deja entrar a un mundo desconocido por muchos. Un mundo cerrado, reaccionando a la censura y un recuerdo de cuando podíamos asistir a conciertos y brincar y saltar y cantar.

El primer texto, escrito por Fabián, se llama “El sentido de comunidad” y es una crónica del metal en México y de los diferentes tipos de subgéneros de metal que han existido, así como las diferencias entre ellos. Es un recuento de cómo se experimenta este género de música en México y cómo se ha desarrollado. El segundo, de Guilherme, titulado “The Four Horse-wo-men of Life – Law, Love, Religion, War”, parece ser un diálogo interno en el cual el autor habla con Leonard Cohen, en donde se intenta encontrar el sentido de la vida y la persona que lo lea debe enfrentarse a sí misma para lograrlo. El tercero, escrito por Danaé con el título de “¿Qué viene después de la oscuridad? La música y el poder curativo de las palabras” habla sobre el abuso, la superación, perjuicios, procesos y el acompañamiento que hace la música. Nos habla sobre el poder que tienen las palabras para transformar realidades, para bien y para mal.

Sin tema, porque cualquier tema se torna “universal”. Sin tema, porque es más personal. Sin tema, porque en este taller hemos aprendido a darnos a conocer a los demás, personas diferentes, con mentalidades diferentes, pero con un amor hacia la música, el derecho y la vida. Sin tema, porque como dice Stevie Wonder “la música es un mundo dentro de sí mismo, es un lenguaje que todos entendemos.” Y, al no elegir el tema, elegimos ver el mundo desde los ojos de les autores. En donde el tema es la música-y el derecho- de nuestra vida.

¿Solo canciones?

“Mucha gente puede decir que solo es una canción, pero las canciones son cultura, y esa cultura es la que hace que ciertas personas se sientan con el poder de agredir”

– Ruben Albarrán

La ambigüedad es una de las carencias más características del lenguaje. Todo lo que sale de nuestra boca o de nuestro puño y letra están sujetos a la interpretación de las personas que lo leen o lo escuchan. Escapar esta realidad es imposible y aceptarlo implica también aceptar una carga de responsabilidad sobre lo que expresamos. Lo que enunciamos día a día puede tener repercusiones en nosotros o en el mundo en el que nos rodea. Para nosotros, simples humanos sin mucha audiencia, las repercusiones de lo que manifestamos día a día pueden parecer que tienen un alcance mínimo, sin embargo, mientras nuestro alcance crece las consecuencias se intensifican, el impacto se potencializa y la gente comienza a utilizar nuestras palabras a su voluntad e interpretación. Los artistas no están exentos de este fenómeno.

Ingrata de Café Tacvba (1994) considerada el mejor video latinoamericano de 1995 por MTV, mencionada en distintos listados de las mejores canciones de rock hispanohablante de la historia e incluida en uno de los discos latinos más aclamados de la historia, fue todo un éxito comercial y artístico. La letra de la canción hace referencia a los sentimientos de un hombre despechado quien, por sus impulsos violentos, fantasea con llevar a cabo el feminicidio de su expareja. Las implicaciones del éxito de esta canción nos parece evidente hoy en día, sin embargo, en su momento no se tenía la sensibilización a estos temas que ahora tenemos. Como bien dijo Ruben Albarrán, el vocalista principal de la banda, en su nota para el periódico La Nación: “Éramos bien jóvenes cuando se compuso y no estábamos sensibilizados con esa problemática como ahora todos sí lo estamos”. La canción tuvo y sigue teniendo un impacto más allá de la intención inicial de la letra por lo que la banda mexicana optó por dejar de presentar la canción en sus conciertos. Años transcurrieron hasta que Andrea Echeverri, vocalista de Aterciopelados, decidió intervenir con unas modificaciones a la lírica. La versión final fue presentada por primera vez en 2019 para el aniversario número 30 de Café Tacvba en el Foro Sol.

La respuesta que se obtuvo estuvo polarizada. Simpatizantes con el movimiento feminista  aplaudieron el resultado y personas fanáticas de la canción original reprobaron la nueva versión.

Yo aplaudo la decisión de la banda pues me parece que el derecho a la libre expresión y al libre desarrollo de la personalidad son derechos esenciales para la vida digna, sin embargo, creo que existen límites para el ejercicio de estos derechos: el respeto ajeno. No es posible expresar una narrativa claramente discriminatoria o violenta con respeto, por más que la intención sea distinta a la interpretación que se le da, las canciones son cultura y la cultura forma, de una manera u otra, a la sociedad y sus reglas.

La regulación de la música y sus letras en casos en lo que se ven claros rasgos de discriminación y discursos violentos es un tema debatido fervientemente en la actualidad por lo que vale la pena preguntarse: ¿Por qué se debate tanto la protección al discurso de odio? ¿Será que nos cuesta desarraigarnos de nuestros propios discursos discriminatorios interiorizados? ¿Hasta que punto una regulación del derecho a la libertad de expresión puede justificarse?

Creación sonora: de normatividad y música

Tanto la música como el derecho tienen la capacidad de crear mundos. El lenguaje que utilizan es normativo, no solamente por su capacidad para prescribir conductas, sino por su poder para constituir realidades. Vivimos en un mundo que se crea constantemente a partir de las letras que oímos, las melodías que percibimos, las leyes que nos rigen y los ordenamientos que toman vigencia en sociedad. Nuestro mundo como edificación humana, el derecho como los planos para construirlo y la música como la resina que mantiene unidos los ladrillos.

Luisa nos toma de la mano y nos invita a comprender, desde su perspectiva, qué es la “normatividad” de la música. Más allá de las letras, la melodía y el ritmo, la música tiene la capacidad de despertar emociones colectivas que nos llevan a actuar en masa. Los movimientos coordinados que provocan que el slam se convierta en un cuerpo formado por miles de células que se mueven al unísono. La artista pide a su público una acción, un aplauso, un canto. El público contesta desde el entendido de que su ser ya forma parte de una creación mucho más grande: es el público, no las espectadoras. Se escucha el canto a la espera de un gol. El deseo es unívoco. Las personas que asisten al estadio se desprenden de su ser individual para ver nacer a la afición. Las porras se escuchan al unísono, casi como si vinieran de un solo cuerpo. Las manifestaciones plagadas de cánticos, enojo y rabia. Se desbordan emociones que solo cobran sentido en conjunto, en masa. La rabia colectiva solo existe en función de la unión de células. Es la ira que se siente al unísono. Tanto la música como el derecho tienen la capacidad de crear nuevos órganos, nuevos colectivos, nuevas entidades, nuevas realidades.

Si la persona lectora no se deja convencer de que es la música lo que moviliza de manera coordinada al colectivo y solamente puede admitir que es un medio de comunicación de las reglas prexistentes, la autora pregunta por qué, entonces, utilizamos la música y no cualquier otro medio como herramienta de propagación de ciertas normas sociales.  Luisa nos permite ver que, para ella, más allá de la capacidad socializadora de las notas, las letras y el ritmo, la música tiene una cualidad intangible que no podemos explicar, solo la podemos sentir.

Alejandro nos invita explorar la existencia del lenguaje normativo en la música desde otra perspectiva: cómo es que las grandes artistas han utilizado (o ignorado) las normas de creación musical para dar vida a sus obras. El autor nos permite ver que, si bien no hay reglas escritas por una legisladora, hay normas que son concebidas por las músicas, las artistas y las críticas. Nos lleva a ver cómo Kreisler, Heifetz, Coltrane y Mozart han utilizado (o desutilizado) las normas existentes para transformar notas en piezas que trascienden. ¿Qué hace grande a una artista? ¿Será su capacidad para utilizar las reglas musicales y así crear piezas impecables, estructuradas y “perfectas” o su rebeldía para salirse de ellas y navegar por un mar desconocido en búsqueda de frescura, innovación e “imperfección” sonora? Sin dar una respuesta concluyente, Alejandro nos deja ver que ambas categorías de grandes artistas parten de un lugar común: todas conocen las reglas. Las puristas las utilizan para crear, las rebeldes las ignoran desde un lugar consiente.

Para concluir, Alejandro coloca una pregunta sobre la mesa: ¿qué es lo que pasa cuando el lenguaje normativo -sea en la música o en el derecho- se vuelve inteligible, al punto de no permitir que el ancho social conozca las reglas? Las grandes maestras musicales se guardan en un conservatorio y aquellas que pueden desempeñar las funciones jurídicas aparecen trajeadas en un despacho en Santa Fe, detrás de un escritorio en una universidad privada o plasmando en sus sentencias párrafos kilométricos plagados de comas con palabras rimbombantes.

El mundo se crea a partir del lenguaje. Si el lenguaje no es accesible, se reduce el número de personas que pueden participar en las esferas sociales, se levantan los muros de concreto, se encierran las juristas en una realidad que está en función solamente de ellas. Si el lenguaje no es accesibles, el número de personas que pueden participar en los espacios comunes se limita. La realidad se convierte en una caja de resonancia. Todas se ven, piensan y existen desde una realidad homogénea. El lenguaje del derecho no se vuelve obsoleto cuando falla, se vuelve obsoleto cuando no está al servicio de la colectividad.    

Los bemoles de la apropiación cultural

En la sesión del viernes 12 hablamos sobre la apropiación cultural y sus intersecciones con el mundo jurídico. Los textos de Fernando y Arantxa exploran un rango de temas desde géneros musicales que surgieron en contextos marginalizados y acabaron siendo explotados por la industria – negando e invisibilizado sus orígenes y neutralizado su potencial mensaje subversivo – hasta la resignificación de términos racialmente cargados “desde afuera” y a través de la música.

En la lectura y discusión de los textos inevitablemente encontramos diversas tensiones: cuestionamos la validez del esquema tradicional (y occidental) de propiedad en el contexto de creaciones artística e intelectuales; nos preguntamos quién está legitimado para resignificar un término históricamente discriminatorio; encontramos que “la industria” no siempre es el enemigo del arte, pues la masificación de la cultura puede ser benéfica desde el punto de vista de la “democratización” de acceso a la misma.

Al hablar de apropiación nos centramos en su contexto jurídico, y dentro de este, el de la propiedad intelectual, que invita a un debate polifacético: por un lado, está el argumento de que las creaciones colectivas no deberían de ser explotadas o aprovechadas por individuos en lo particular, más aún si se hace a costa del desconocimiento de los grupos o comunidades que han contribuido a ellas. Aquí cabe el cuestionamiento de la noción jurídica y occidental de “propiedad” sobre ideas y creaciones, y una invitación a mirar hacia otras tradiciones. Por ejemplo, en la tradición china antigua, el concepto de originalidad no existía; en cambio se valoraba la capacidad de una obra de transmitir la energía vital o “chi”.

No obstante, desconocer cualquier clase de titularidad también puede ser peligroso, porque si no te puedes ganar la vida con lo que creas como artista, incluso después de estudiar o trabajar muchos años, hay un potencial desaliento para quienes piensen dedicarse al arte. Ello en detrimento de la sociedad y la cultura en general, -e incluso de la libertad de expresión- pues si solo valoramos las creaciones materiales -fetichismo mediante- ¿qué lugar le estamos dando a los artistas, a los filósofos y pensadores, y en general a las personas que viven de la creación de ideas y obras de arte?

Al discutir sobre la resignificación a través de la música encontramos que es un arma de doble filo, pues la legitimidad de las aseveraciones depende hasta cierto punto de la posición que guarda la persona con la lucha que se busca reivindicar. Resignificar “desde fuera” (sin ser objeto de la opresión) o “desde adentro” (como parte del grupo históricamente oprimido) tiene connotaciones muy distintas. Hasta cierto punto, porque el lenguaje tiene muchas funciones y sobre reglamentarlo en amparo de una “political correctness” que no parece tener límites puede resultar contraproducente.

En fin…que esta nota les sirva como invitación a rascar esas inquietudes que los textos les dejen.

¿Apreciación o apropiación?

A lo largo de la historia y, hasta la fecha, el progreso social ha sido fuertemente vinculado con la interacción cultural en la cual las culturas se vinculan mediante el diálogo y el intercambio intelectual. Este intercambio ha tomado lugar con mayor frecuencia debido a a los medios globales de comunicación, abriendo el portal al debate sobre cómo exhibir una cultura en un mundo interconectado. Si en este mundo se exponen elementos de una cultura y después se
toman prestados con propósitos de creatividad, ¿se comete apropiación cultural? ¿Cuándo el tomar prestados elementos de una cultura pasa a ser la explotación de la misma?

De acuerdo con James O. Young, la apropiación cultural “es la adopción o uso de elementos culturales por parte de miembros de otra cultura.” Por definición convencional, los
miembros de una cultura marginada no son susceptibles de apropiarse de los elementos de una cultura dominante.

La literatura, el cine y la moda son los principales aspectos discutidos en el debate sobre la apropiación cultural. Pero, curiosamente, la música parece ser un componente poco discutido en este debate a pesar de presentar a las culturas en formas altamente simplificadas; el hecho de tomar prestado, adaptar e imitar material musical alrededor de todo el mundo; y las realidades complejas del lucro, la comercialización y la industrialización de este material.

En la década de 1960, Los Beatles surgieron como uno de los grupos de rock con mayor influencia en la historia. En abril de 1965, uno de los integrantes de la banda viajó al norte de la India para estudiar Meditación Trascendental y, inspirado en esta cultura, el grupo procedió a lanzar varias canciones inspiradas en la cultura de dicho país. Un ejemplo es la canción Tomorrow Never Knows, en la que John Lennon intenta ilustrar su experiencia consumiendo la droga alucinógena LSD por medio de unir microtonos inspirados en la India: los zumbidos generados por el sitar, la tambura y el bajo. Sin embargo, a pesar del arduo intento de Los Beatles de apreciación y respeto a la cultura y espiritualidad de la India, el arte intrínsecamente se une a discusiones político- sociales inevitablemente. Se cuestionó si Los Beatles estaban haciendo un intento de orientalizar el Este.

La complejidad entre apreciación y apropiación descansa en la capacidad de un artista de inspirarse y representar otra cultura a través de pilares que no limiten su creatividad. Un artista puede contar una historia que escape de la suya con un intento respetuoso, un examen a profundo del impacto que su obra tendrá y el conocimiento de complejidades conceptuales, como: representación, comercialización y dinámicas de poder. Usando estos pilares, se puede fomentar el diálogo cultural y reducir las barreras de estereotipos entre culturas en un mundo completamente globalizado e incluso, maximizar los beneficios del intercambio cultural.

¿Por qué música de protesta?

¡Qué espanto causa el rostro del fascismo! Llevan a cabo sus planes con precisión artera sin importarles nada. La sangre para ellos son medallas. La matanza es acto de heroísmo.

Victor Jara

No hace mucho tiempo, cuando el espectro del fascismo dominaba América Latina en forma de dictaduras militares, uno de los iconos más grandes de la canción protesta latinoamericana, Víctor Jara, fue torturado por un oficial apodado “El Príncipe”, quien le cortó las manos y la lengua antes de matarlo a 44 balazos aquel 16 de septiembre de 1973 en el Estado de Chile. Su único crimen fue el canto.

Curioso que en pleno 2021, se haya condenado al rapero catalán, Pablo Hasél, a pasar 9 meses en prisión por el mismo crimen, aunque tipificado como “exaltación al terrorismo” e “injurias a la Corona”, entre tanto el rey emérito anda impune en Arabia Saudita disfrutando de los millones que recibió por actos de corrupción. Pablo Hasél ahora igual que Jara es víctima de la misma figura, esto es, la del Príncipe y los monarcas.

¿Quiénes son los jueces que interpretan qué ha de entenderse por libertad de expresión? En España se creía que, con la muerte de Franco y la amnistía a los culpables, la democracia y los derechos humanos habían triunfado. Sin embargo, el encarcelamiento de Pablo Hasél cuestiona esta fantasía y pone de manifiesto que quienes ocupan los puestos de poder siguen siendo los mismos que con Franco: los fascistas amantes de la monarquía.

Todo esto mientras la División Azul insulta a la comunidad judía en una manifestación en honor a los soldados que murieron combatiendo junto a Hitler en la Segunda Guerra Mundial. Hasta ahora no ha habido detenidos por “exaltación al terrorismo” aunque sin reservas llamaron a los judíos “el culpable” de que tanto España como Europa sean ahora débiles.

Las libertades abstractas no existen y los poderes judiciales neutrales y apolíticos tampoco. Los jueces que resolvieron sobre la libertad de Hasél, consideraron que las rimas del rapero catalán podían ser consideradas como “discurso de odio” que “inquietan a un sector de la población”. Sin embargo, omitieron mencionar que ese sector de la población es nada más y nada menos que la monarquía, a quienes no les gusta su papel antidemocrático como jefes de Estado sea cuestionado.

¿Qué clase de democracia es aquella que mantiene a toda una familia que no ganó elección alguna por el resto de sus vidas a costa del erario? La monarquía española se sostiene sobre la nada y necesita de castigos públicos y ejemplares que sirvan de ejemplo para quienes ostenten ideas republicanas como en el más antiguo derecho inquisitorial, protegiendo así su frágil legitimidad.

No condenaron a Hasél, condenaron unas ideas, una militancia republicana y antifascista. Condenan a unos pocos para asustarnos a todos. Va más allá de los delitos de opinión, nos condenan por contar lo que hacen, por decir verdades”.  No es casual que quienes siempre se sienten en el banquillo de los acusados a ser juzgados y procesados por transgredir los límites al derecho de “la libertad de expresión” son los antifascistas.

Ha llegado el momento de superar el Estado de clase que defiende a los opresores sobre los oprimidos, a pesar de ser siempre ellos quienes incitan a la violencia, no a través de palabras o “discursos de odio”, sino a través de acciones y políticas concretas dirigidas directamente en contra de los trabajadores para defender los intereses de los monarcas, los dictadores como Franco y sus benefactores, los grandes empresarios. Tres figuras antidemocráticas que controlan cada aspecto de nuestras vidas y quienes necesitan de los poderes de gobierno para judicializar sus intereses para traer orden a la explotación.

Con esto en mente, tanto para Jara como para Hasél, la lucha por la libertad de expresión es más que una lucha jurídica ante tribunales, es una lucha de clases y, como tal, es violenta. Hasél sabe, como saben muchos y muchas hoy día, que para alcanzar la democracia real y no la ficción que se vive en España y en el resto del mundo, se tiene que estar dispuesto a entregar la libertad y la vida de ser necesario. La lucha real, “no espera que los derechos caigan del cielo y siempre despierta sueña, sabiendo que sin acción se burlan del pueblo. La que sabe que el problema se llama capitalismo y lo combate a diario”.

Dedico esta introducción a quienes por defender los ideales anticapitalistas y antifascistas dieron su vida en sacrificio. Antes Jara, hoy Hásel, mañana podríamos ser tú o yo. Por ello, hoy grito abiertamente: ¡viva la República y muerte al capitalismo! ¡Sin reyes, ni amos!

¿Cuál es la mejor canción de la historia?

They say that death kills you, but death doesn’t kill you.

Boredom and indifference kill you.

Iggy Pop

Con esta opaca pregunta inauguramos el taller de escritura y lectura Derecho y Música. Las respuestas de les integrantes desafían sutilmente la inteligibilidad misma de la pregunta, dan una prueba de contundencia y honestidad, y nos abrazan con la esperanza tan necesaria para este encierro. Esperamos que disfruten estas entradas que anteceden entregas quincenales, que abordarán la relación entre lo jurídico y lo musical.