Como la gente

“¿Cómo es que te vas, Salvador,

de la compañía, si todavía hay mucho verdor?

Si el progreso es nuestro oficio

y aún queda por ahí mucho indio,

que no sabe lo que es vivir en una ciudad

(como la gente)”


-Trópico de Cáncer / Café Tacvba

Hace poco me puse a escuchar nuevamente el álbum Re de Café Tacvba y hubo una canción en particular que no recordaba. Probablemente las canciones que vienen a la mente con este álbum son clásicos como Las flores o El baile y el salón. Sin duda grandes canciones, pero la que en esta ocasión llamó mi atención de una forma que no lo había hecho antes fue Trópico de cáncer.

La letra de esta canción recrea un diálogo ficticio entre un ingeniero que está por renunciar y sus compañeros de trabajo. A lo largo de este diálogo, el ingeniero que está por irse, quien irónicamente se llama “Salvador”, escucha cómo sus compañeros intentan convencerlo de que no se vaya. Parafraseando los argumentos de sus compañeros, estos le dicen a Salvador que son ellos, los ingenieros, los únicos que pueden salvar a los “indios” del “salvajismo”, que aún quedan espacios verdes por “desarrollar”. A esto, Salvador contesta:

Ay, mis ingenieros civiles y asociados.

No crean que no me duele irme de su lado.

Pero es que yo pienso que ha llegado el tiempo

de darle lugar a los espacios sin cemento

Salvador les contesta, con tristeza, que es su momento de partir y no quiere estar relacionado con lo que, más adelante, describe como una acción de “construcción, destrucción”. Por otra parte, no creo que el orden de esas palabras sea mera casualidad. Creo que Café Tacvba busca dar a entender que, lo que en algún momento Salvador entendió como construcción, no es distinto a la destrucción de nuestro entorno.

Trópico de cáncer me sorprende porque, a pesar de que se lanzó hace 26 años, esta pudo haber salido hoy y parece que el problema sigue igual. Por más “avances” que parecemos lograr en relación con el reconocimiento de derechos, parece que no hemos avanzado mucho en la empatía ni en cómo ser más humanos. A veces da la impresión de que sólo se reconoce y respeta al prójimo en la medida que algún grupo de poder lo exige y no por el mero hecho de que todos somos personas y merecemos un trato de respeto e igualdad de posibilidades. Finalmente, esta ausencia de respeto a los derechos termina traduciéndose en una imposición de formas de vida, culturas y todo lo que cotidianamente entendemos como civilización y desarrollo.

Por otro lado, no debería sorprender que Café Tacvba haya abordado un tema como este cuando el vocalista Rubén Albarrán, hasta el día de hoy, ha luchado constantemente por los derechos de comunidades indígenas. Un claro ejemplo es que apenas en octubre del 2020 participó en un concierto para recaudar fondos que fueron dirigidos a brindarle agua potable a la comunidad Seri en Sonora, y se reunió con las autoridades para exigir una solución al desabasto de agua que ellos sufren.

Pero, ¿qué en particular es lo que me lleva a pensar que esta canción sigue siendo tan relevante como en aquel entonces?, ¿qué es lo que ha hecho o no ha hecho el Estado para que esta canción mantenga su vigencia?

Salvador, el ingeniero

Sí, ha habido avance importante en ciertos derechos, pero también ha habido una relegación igual importante en derechos a ciertos grupos. Uno de estos grupos “perdedores” han sido las comunidades indígenas en México. Uno de los casos más recientes, que la mayoría tendrá presente, es el tren maya.

El tren maya es el megaproyecto que ha abanderado a la 4T durante este sexenio. Este último es presentado como un proyecto que, además de incentivar el turismo y la economía, pretende, en palabras del gobierno, “saldar una deuda histórica que el gobierno tiene con el sureste del país”. ¿Cómo pretenden “saldar esa deuda? Llevándoles lo que nuestro entorno capitalista entiende como “desarrollo”.

Adicionalmente, se intentó calmar cualquier inseguridad en relación a las comunidades indígenas anunciando que se realizó una consulta previa. El resultado presentado de esta consulta fue que el proyecto contaba con una aprobación del 92.3%, dando a entender que, en parte, las mismas comunidades indígenas apoyan su avance. En un primer momento, parecería que es un proyecto bien intencionado que trae consigo beneficios tanto para el “México civilizado” como para las comunidades indígenas. Es bajo esta mentalidad cuando se materializan los pensamientos de los compañeros de Salvador cuando dicen lo siguiente:

“¿Qué no ves que eres un puente

entre el salvajismo y el modernismo?

Salvador, el ingeniero.

Salvador de la humanidad

Sin embargo, este tipo de ideología de desarrollo, en palabras de Arturo Escobar, no es más que un “vehículo de penetración cultural”. Se ve a estos megaproyectos y a sus ingenieros como salvadores de la humanidad, pero primero habría que preguntarse si esta humanidad necesita realmente ser “salvada”.

En cuanto a la aprobación de esta “salvación” por parte de las comunidades indígenas, se sabe que la consulta previa es un derecho con el que cuentan en virtud de lo previsto en el artículo 2 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y el artículo 6 del Convenio 169 de la Organización Internacional de Trabajo sobre pueblos indígenas y tribales. De forma adicional, vale la pena mencionar que en la tesis aislada con registro electrónico 2004170 se indica que una consulta a estas comunidades debe ser: previa, culturalmente adecuada, informada, y de buena fe.

Analizando cómo es que se llevó a cabo la consulta para el tren maya, la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos observó que al momento de realizarse la consulta únicamente se hizo mención de los beneficios que brindaría el proyecto, pero no se hizo mención de sus impactos ambientales ni de las ciudades que pretenden construir cerca de las estaciones del tren (que son denominadas “polos de desarrollo”). Además, el quién, dónde y cuándo de las encuestas fue determinado unilateralmente por las autoridades. Es entonces que se puede observar que la “consulta” tal vez fue previa, pero no fue realmente informada, adecuada, ni de buena fe. ¿Se podría afirmar después de esto que estas comunidades buscan de una forma activa que las “salven” con sus megaproyectos?

Al ignorar lo que ellos tengan que decir, nuevamente, se materializan las palabras de los compañeros de Salvador cuando dicen:

¿Qué no ves que nuestra mente

no debe tomar en cuenta:

ecologistas, indigenistas

retrogradistas y humanistas?

Se podría decir que las palabras de los compañeros de Salvador comienzan a volverse borrosas al ver que, el 10 de junio de 2020, la Suprema Corte de Justicia ordenó al Congreso Federal emitir una ley que reglamente la consulta previa. No hay duda de que este es un paso importante a favor de los derechos de las comunidades indígenas después de analizar un poco casos como los del tren maya, pero ¿realmente resolverá esta ley el atropello constante de sus derechos?

¿Salvador, el ingeniero?

Hoy en día pareciera que el respeto efectivo de los derechos de las comunidades indígenas está sellado en una cueva a la cual se puede acceder únicamente a través de las palabras mágicas “consulta previa”. Si bien es cierto que la consulta previa es algo que debe jugar una parte integral en las interacciones con las comunidades indígenas, no estoy convencido de que sea la solución en la que el aparato legislativo deba invertir, de forma exclusiva, sus esfuerzos.

Que el Estado únicamente se enfoque en regular una consulta previa, de una u otra forma, llevará a que las compañías y sus ingenieros le repitan a las comunidades indígenas las siguientes palabras:

Está muy bien lo que tú piensas

pero, ¿por qué no tú te acuerdas

que la nuestra es una civilización muy avanzada?

(como dice la gente)

En el fondo, la finalidad de estas encuestas es pedir permiso para introducirse a estas comunidades y “mejorar su situación”, pero esta mejora únicamente la ofrecen implementando y manteniendo un sistema que para estas comunidades es totalmente ajeno. Esto, en lugar de conducir a un “desarrollo”, conduce a una dependencia. ¿Por qué somos nosotros los que debemos definir lo que es el desarrollo?, ¿por qué están ellos obligados a entrar en nuestra concepción de lo que es ser “civilizado”?

Una gran alternativa al camino que, hasta ahora, se ha seguido es lo que Arturo Escobar describe como cooperación para las transiciones civilizatorias:

(La cooperación para las transiciones civilizatorias) Se trata de una cooperación que cuestiona las creencias básicas de la teoría del desarrollo: el crecimiento, el individualismo, el progreso, la eficiencia, el capitalismo.(…) Cuestiona el mundo moderno globalizado del capitalismo y argumenta que este tipo de mundo es la causa de la crisis social, climática y de significado que estamos viviendo hoy en día. Por eso aboga por la transición civilizatoria; es decir, por acabar con el modelo occidental del capitalismo patriarcal.

Los esfuerzos del Estado deberían centrarse en reforzar los derechos de libre determinación de las comunidades indígenas y garantizar la integridad de su territorio. Sólo así se podría aspirar a un mundo “donde quepan muchos mundos”, en palabras del Subcomandante Marcos.

Un problema sumamente importante al que no se le presta la atención suficiente es el despojo que han sufrido estas comunidades, como consecuencia de concesiones otorgadas a compañías mineras, el desarrollo de megaproyectos y por el “capitalismo verde” que, para Rusell Peba, no es otra cosa que la “mercantilización del agua, de la tierra, del sol, del viento, de las plantas y los animales, así como también de nuestra cultura”. No es útil una legislación que regule las consultas orientadas a determinar en qué medida se va a afectar a una comunidad indígena si, en primer lugar, estas comunidades dejan de tener un territorio que pueda ser afectado.

Se argumenta que los ingenieros y sus megaproyectos traen “progreso” y generan trabajos para las comunidades, pero ¿de qué sirve un trabajo que, probablemente, paga el salario mínimo y únicamente va a existir durante el desarrollo de los proyectos? ¿verdaderamente se puede afirmar que eso es desarrollo? Honestamente, no lo veo de forma clara y me inclino a pensar que las comunidades afectadas tampoco.

Al final de trópico de cáncer, Salvador se despide una última vez diciendo lo siguiente:

Por eso yo ya me voy.

No quiero tener nada que ver

con esa fea relación de acción

construcción, destrucción (Uh…)

Mientras sigue la música y, poco a poco, se desvanece la voz de Salvador, los sonidos de máquinas, que aparecen la primera vez que se despide, se vuelven cada vez más intensos hasta que son lo único que queda. ¿Será ese eventualmente nuestro destino?, ¿un mundo donde lo único que queda son máquinas? No culpo a Salvador por irse, pero tal vez después de ser “iluminado” debió quedarse en la compañía para hacer una diferencia. Sin duda, a este mundo le hacen falta más “Salvadores”.

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